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Guía de viaje de El Borrao: La residencia "Ancianos Felices"

Una semana más continuamos con la guía de nuestro pueblo, que esta vez nos lleva a la única y exclusiva residencia de ancianos de El Borrao

 

Junto al antiguo Hotel Juana, entre dos de nuestros siete cementerios, el viajero encontrará varios caminos iguales, el número puede variar dependiendo del viandante, pero de entre todos sólo uno de ellos conduce hasta la que será la experiencia más importante en su visita a El Borrao: la residencia “Ancianos felices”, un remanso de paz y naturaleza para los más veteranos donde los visitantes podrán admirar a los pocos desafortunados que han logrado sobrevivir a nuestro pueblo.


Desde esta guía, les recomendamos a los viajeros que tomen el sendero de cardos y amapolas en el que los lamentos y aullidos de nuestros ancianos les guiarán, sanos y salvos, hasta la residencia. Un silencio repentino o la ausencia de aullidos durante la travesía, le indicará al viandante que ha sido engañado y deberá volver inmediatamente sobre sus pasos para abandonar dicho camino.


Durante su huida, será clave en la tarea de no levantar sospechas entre las bestias que nos acechan el fingir que hemos decidido recolectar algunos de los maravillosos cardos de la entrada para decorar con ellos las estancias de nuestro hotel. Con una breve enunciación en voz alta será suficiente: “Qué curioso, de pronto me ha invandido la imperiosa necesidad de volver sobre mis pasos para recolectar algunos de los majestuosos cardos de la entrada. Jamás había visto cosa más bella sobre la faz de la Tierra”.


El viajero sabrá que ha alcanzado su destino, al encontrar frente a él un edificio de lo más pintoresco. Una mansión victoriana que, como una alucinación, se materializó en mitad de El Borrao alrededor de 1901 y que fue descubierta por el explorador Curro Peláez durante una de sus famosas incursiones en nuestro bosque.


Tras admirar la majestuosidad de la arquitectura, llamaremos insistentemente al timbre que encontraremos en el suelo junto a la maceta de pelargonios. Antes de cruzar el umbral, se le ofrecerá al viajero cambiar su vestimenta por la de alguno de los viejos ya fallecido. En la residencia “Ancianos felices” se anima a que los inquilinos olviden todo lo que tuviera que ver con sus vidas anteriores, así como la existencia de un mundo exterior. De esta manera, se aseguran de eliminar cualquier emoción negativa derivada del recuerdo, como por ejemplo, el miedo.


Nuestros primeros pasos en el laberíntico edificio nos conducirán hasta el comedor. No se extrañe el visitante si de pronto nota más ligero su cuerpo y que asoma en sus labios una sonrisilla pícara. Es el efecto del incienso de estramonio con el que toda la residencia está impregnada. Déjese llevar por esa sensación de liviandad y deguste una de las especialidades de la chef: panecillos de amapolas y cardos. Cuentan en el pueblo que la exquisitez de estos bollitos se la otorga la harina de las espinas impregnadas de la sangre de sus recolectores. Antes de pasar a la siguiente sala, no olvide el viajero ofrecer como ofrenda los cardos que él mismo ha recogido en el sendero.


Una vez integrado como un anciano más, el curioso viajero podrá visitar varias estancias de interés:


El Gran Salón

Un lugar pensado para el baile y el flirteo. Rodeado por espejos, sus techos altos y abovedados nos devuelven el eco de nuestros propios pensamientos y es que dentro de El Gran Salón los secretos son de propiedad pública, facilitando así el acercamiento entre parejas un poco más tímidas.


En el caso de que el visitante se encuentre con algún otro inquilino, se ruega que actúe y piense como uno de ellos. Si éste muestra algún tipo de interés romántico o sexual hacia el viajero se recomienda dejarse llevar y disfrutar.


Sala de juegos

Ajedrez, Parchís y Abalone son algunos de los juegos que jamás se encontrarán aquí. Todo lo que fomente el pensamiento estratégico está prohibido en la residencia. Sin embargo, aquel que lo desee podrá participar de una interesante sesión de ouija matutina, invocaciones a las atalayas por la tarde y una deliciosa tea party al anochecer.


Enfermería

Aunque la propuesta de una visita a la enfermería pueda sonar un tanto peculiar, le aseguramos al viajero que no quedará defraudado, pues en ella tendrá la oportunidad de charlar con Greta, nuestra enfermera jefe de ocho años, recién llegada de las Américas.

Lo más interesante de esta grandísima profesional es que ha visto y tratado todo tipo de enfermedades. Desde ataques de avispas parasitoides hasta resfriados comunes. A lo largo de su vida, Greta ha ido coleccionando dichas enfermedades y cultivándolas en su propio laboratorio, por lo que si el visitante desea ser contaminado con alguna de ellas sólo tiene que pedirlo. El único inconveniente a la hora de hablar con nuestra enfermera Jefe, es que no habla nuestro idioma ni ninguno conocido, por lo que la comunicación tendrá que realizarse a través de dibujos y señales.


Llegados a este punto, el viajero se sentirá completamente perdido y desorientado. Habrá olvidado quién es y qué hace allí. Puede que en esos momentos una angustia existencial le invada y quiera acabar con su vida. Tranquilo, el empleado que le ha estado siguiendo durante toda la visita aparecerá y le conducirá hasta los jardines.


Los jardines

Injertos de marihuana en los rosales, perales con sabor a tierra y manzanilla de más de dos metros de alto son algunas de las especies que el viajero encontrará en los jardines en los que los ancianos suelen decidir pasar sus últimos momentos. No debe alterarse por el olor a putrefacción o los cuerpos en descomposición que servirán como abono del jardín. Sencillamente déjese guiar hasta la última parada, el Banco de los Dementes.


Las leyendas cuentan que, en su origen, este banco era como cualquier otro hasta que Lito Márquez, uno de los mayores dementes que jamás hayan pisado El Borrao, se sentó en él para morir. Desde aquella noche, todo el que se sienta sobre ese banco parece entrar en una especie de trance en el que habla con algún ser querido ya fallecido.


Hay quienes han pasado días sentados en el banco charlando con alguien que sólo ellos son capaces de ver, para después levantarse y no recordar absolutamente nada. De ahí el nombre de Banco de los Dementes. Algunos creen que todo aquel que se sienta en él experimenta una alucinación auditiva que acaba derivando en una demencia. Otros opinan que no son alucinaciones, sino conversaciones con el más allá, y en vez de llamarlo Banco de los Dementes lo apodan El Banco del Medium.


En cualquier caso, este banco es una de las atracciones turísticas más espeluznantes de El Borrao y por ello, el empleado que les acompaña colocará una cámara frente al banco y grabará la conversación para que, una vez se levante y lo olvide todo, pueda visionar la cinta y ser su propio voyeur.


En el caso de ser el visitante un asesino o malhechor, se recomienda obligar a los empleados a firmar un contrato de confidencialidad en el que se especifica que nada de lo que se diga en el banco puede ser difundido.


Al finalizar la visita, el viajero decidirá emprender su camino de vuelta al hotel o quedarse como uno más de los felices ancianos de El Borrao.


La Guía de Viajes de El Borrao es una publicación semanal que recopila lugares interesantes y actividades notables que nuestro querido pueblo ofrece a viajeros, trotamundos y turistas.
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