Álvaro Valmorisco
Leyendas de El Borrao: La ciudad subterránea: Parte 1
La historia de cómo un pueblo de apestados lograron escapar de una muerte segura en busca de un nuevo hogar
"Amurallada por la propia Tierra se encuentra la ciudad esférica. La tumba del odio y la cuna de la unidad. Proteger el sol es mantenerlo encendido y preservar la vida, su cometido. Tallada en la roca aguarda, con sus lisas y perfectas paredes y sus lagunas de infinita agua, la bella Eash, corazón del planeta y del inocente, su hogar."
Guayarein, odas a la bella Eash. circa 1395.
Se entiende como nido la recolección de ramas, plumas y excrementos -entre otras cosas- por parte de las aves para crear un refugio en el que depositar sus huevos y cuidar de sus crías hasta que estas tengan la capacidad de volar. Su significado trasciende más allá de las aves y se extiende a través de casi todas las especies terrestres. Finalmente, uno abandona el nido cuando está preparado para afrontar la vida por sí solo. Hay quien lo hace antes y hay quien lo consigue más tarde... pero también hay quien no lo hace nunca.
A finales del siglo XIV, a pocas décadas de la expulsión total de los árabes de la península ibérica, convivían en ella diferentes razas y religiones. Poco a poco, después de casi ocho siglos de reinado árabe, la religión cristiana se abría paso entre las diferentes culturas que permanecían en la península. El odio hacia estas llevó a que comunidades como la judía o la musulmana fueran perseguidas y amenazadas con la muerte. Las gentes de estas religiones se veían obligadas a convivir hacinadas en barrios pobres o a refugiarse en el campo donde muchas veces caían víctimas del hambre o la sequía.
En la primavera de 1391, comienza lo que se conoce como la etapa en la que se llevaron a cabo una serie de matanzas sistemáticas de musulmanes y judíos conversos y no conversos. Más tarde se supo que la masacre fue orquestada tanto por los señores de las tierras como por la corona de Castilla y Aragón. Los encargados de perseguir y ejecutar de forma ilegal fueron los miembros de una facción extremista nacida en el sur de Francia y que terminaría convirtiéndose, en 1477, en la Santa Inquisición española.
Entre todas las comunidades afectadas, destaca la de un grupo de familias judías y musulmanas que decidieron actuar antes de ser asesinados. Es en este colectivo de unas cincuenta personas donde se encontraba Guayarein, un joven poeta y juglar que escribió todo lo que vivió desde esa primavera en adelante, a través de canciones y poemas, además de pequeñas anotaciones personales, en sus numerosos diarios. Todo escrito en Aljamiado andalusí, una lengua adaptada del árabe y el hebreo.
"Los hombres nos esperan al otro lado de los muros. Ephraim y Rahman han abandonado sus diferencias. Me pregunto si habrá lugar en sus planes para un joven poeta bastardo como yo. Si no lo intento me enfrento a la pira y dios sabe lo mucho que temo a la muerte. No tanto al dolor de las llamas como a la oscuridad a la que preceden."
Liderados por los nombrados Ephraim y Rahman, el primero un judío veterano de la primera guerra civil castellana y el segundo un notable herrero musulmán, la comunidad escapó de la ciudad en la que vivían. Sabían que los purificadores cristianos habían arrasado en una población cercana y que pronto podría tocarles a ellos. Eligieron una noche sin luna y, bajo el manto del cielo estrellado, huyeron hacia las montañas.
Caminaron durante semanas hasta que al fin lograron alcanzarlas. Se abrieron paso siguiendo el cauce de un río que cruzaba el bosque, el cual cubría como un tapete toda la ladera de la montaña, en busca de una zona en la que refugiarse y, con suerte, empezar de nuevo. La tierra era rica y fértil, celebraban, y no tardaron en hallar lo que andaban buscando. El caudaloso río se abría hacia izquierda y derecha, rodeando una gran isla de suelo seco y rocoso que contrastaba con el paisaje de alrededor. Bordearon la ribera externa del río en busca de un paso seguro hacia la isla y se toparon con una neblina roja que cubría lo que parecía un alto puente de roca maciza que, misteriosamente, llevaba al otro lado. Uno a uno, los casi 50 hombres, mujeres y niños cruzaron la bruma y llegaron al pedazo de terreno rodeado por río. Al fin, un lugar donde volver a empezar.

"La primera noche ha sido fría, pero al menos nadie nos persigue. Entre sueños divisé una luz en la oscuridad hacia el centro de la isla. Un fulgor que manaba del suelo. Ephraim, quien hacía guardia junto a otros hombres, no tardó en acercarse a ella. Con el rostro iluminado como por la gracia de dios, se adentró en la tierra y no volvimos a saber de él hasta la mañana siguiente."
A su regreso, Ephraim anunció a su pueblo que la verdadera salvación se encontraba bajo tierra, donde jamás les hallarían. Al principio le tomaban por loco, especialmente la parte árabe de la caravana, y absolutamente nadie pensaba en introducirse por aquel agujero del tamaño de un pozo. Rahman, animado por la rabia de no haber sido él quien descubriera la luz en un primer momento, decidió bajar con un par de sus hombres con el fin de desmentir la insensatez que proponía Ephraim. Unas horas más tarde, el propio Rahman, poseído por una felicidad incalculable, alentaba a los demás para que descendieran con ellos y vieran lo que les esperaba más abajo con sus propios ojos.
El grupo de refugiados descendió con cautela por un estrecho esófago de roca, abriéndose paso hacia el interior de la tierra. El aire cada vez era más caliente y en la atmósfera flotaba la sensación de que se acercaban a algo. Engullidos por la tierra pronto llegarían a su estómago.
"Pensé que moriría en aquel oscuro y asfixiante túnel. Tras una o dos horas de descenso, al fin logramos alcanzar el fondo. Ephraim y Rahman pelearon por entrar primero a través de un pequeño agujero de no más de medio metro de alto, por el que se podía atisbar la luz del día, lo cual no era completamente imposible. Me arrastré angustiosamente y cuando logré atravesar el hueco, me encontré con algo que no se parecía a nada que hubiera visto o incluso leído en mi vida. Era gigantesco."
Se trataba de una colosal cámara semi esférica de una piedra perfectamente lisa e impermeable de hasta ciento cincuenta metros de altura en su punto más elevado. Por uno de los extremos de su precisa circunferencia cruzaba un pequeño torrente de agua que brotaba del suelo y se perdía cuando llegaba a una de las paredes de la gran cúpula.
Lo más llamativo del lugar y un tanto espeluznante era la luz. La estancia estaba perfectamente iluminada por una luz incandescente que parecía salir del centro del lugar. Cautelosos, fueron acercándose a lo que parecía una gran esfera negra. En el mismo centro de la sala, un orbe de roca negra de unos dos metros de diámetro permanecía inmóvil. La roca era espesa y repleta de brillos que atravesaban su traslúcido mineral simulando el efecto del preciado ópalo y que dotaban a la gran cámara de su preciosa luz, lo cual no era lógico, pues al mirarla no provocaba ni el más mínimo tipo de deslumbramiento o ceguera. Al estudiarla de cerca, era como estar observando hacia lo más profundo del firmamento.
La comunidad no tardó en instalarse en su nuevo refugio. El agua del riachuelo era rica y potable y el suelo de la cúpula era de tierra y milagrosamente permitía el cultivo. La extraña luz que brotaba de la piedra central respetaba los ciclos solares y, por tanto, existía tanto el día como la noche.
Al principio, cada familia era encargada de cuidar de los suyos y pronto comenzó a generarse una división entre los miembros árabes y los judíos. Al cabo de los días comenzaron las trifulcas y todo apuntaba a que las tensiones entre ambas culturas terminarían estallando en violencia. Sorprendentemente, Ephraim convocó a Rahman para llegar a un entendimiento y así evitar una posible guerra entre sus gentes. Fue entonces cuando, en un acto de unidad, se fundó la ciudad de Eash, nombrada así por su significado en árabe: El Nido.
Ambos líderes comenzaron a ordenar la nueva sociedad que habían creado. Se trazó un plan de construcción y pronto las gentes de Eash olvidaron sus rencores y levantaban llamativas casas de adobe de hasta tres pisos de altura. Ephraim y Rahman liderarían las partidas de caza y reconocimiento semanales y terminarían encontrando nuevas entradas a la gran Eash. En menos de un año, la ciudad había conseguido un desarrollo sostenible, con cultivos y ganado como principal fuente de alimento, haciendo crecer cada vez más las arcas de comida y modernizando sus infraestructuras. La gente de Eash era feliz y pronto comenzó a crecer en número. La unión entre ambas religiones culminó en numerosos embarazos que traerían la primera oleada de niños nacidos en el nuevo mundo.
Pero pronto llegaría la tragedia...